domingo, 19 de noviembre de 2017

Jefferson Farfán grita el primer gol de la noche mágica del 15 de noviembre (Fuente: Federación Peruana de Fútbol)

Escribir las siguientes palabras de este artículo de opinión no son fáciles de emitir debido al sentimiento cargado (y guardado por más de 35 años) que salió a flor de piel la noche de aquel miércoles, 15 de noviembre del 2017. La selección peruana logró vencer con goles de Jefferson Farfán y Christian Ramos a una selección neozelandesa que complicó por ratos a una escuadra que quería gritar con la clasificación. Tras este resultado, el Perú se convierte en el boleto 32 a un mundial, al que soñamos desde aquella eliminación en 1986 por quien ahora fue uno de los factores principales de la clasificación peruana.

Nadie va a negarnos que esta campaña fue dura, que perdimos en Colombia aquella primera fecha por el 2015 en un partido que no supimos cerrar un conveniente empate sobre los minutos finales. Sí, nos dolió cuando Chile vino a nuestra casa a creerse en la suya; pero nunca nos rendimos. Revivimos la siguiente fecha al ganarle a Paraguay por la mínima y aquel milagroso (sin negarlo) 0-3 dado por una mala inscripción de aquel partido ante Bolivia. Sin embargo, el "momento final" del maleficio que nos dejó por 35 años fuera de un mundial fue aquel partido en Asunción. Aquel 4-1 fue el partido que todos recordamos porque logramos encajar 4-0 en un segundo tiempo y romper (por primera vez aquella campaña) con la racha de nunca haber ganado en Paraguay. Pero en realidad, lo que debemos (y debimos) resaltar fue que el equipo se encontró por primera vez como un equipo sólido, y que hasta ahora se ha mantenido.

Sí estamos hablando de aquel equipo sólido que se formó, debemos hablar de la cabeza del equipo, ahora mundialista : Ricardo Gareca. Sí, ese mismo que nos había dejado hacía 35 años fuera de un mundial fue el partícipe principal de devolvernos a un equipo que logró creerse el sueño. Claro está que si uno ve las convocatorias desde que asumió el cargo, fue variando hasta un punto en el que se no se movió más y eso nada más es el signo de haber hecho las cosas bien: Encontrar un equipo único, liderado por 23 Guerreros y demostrar que nadie es indispensable en el grupo. No, no intento mentir, ya que si bien, en esta fecha doble se sintió la ausencia de Paolo, el equipo logró mostrar que no depende de nadie. Y con eso le decimos adiós a los mesianismos que solo le han hecho daño a un país que merece ser unido tanto dentro y fuera de la cancha.

Gracias Gareca por este sueño logrado, y el de vos también. Sabemos que el fútbol te tenía una deuda desde el mismo año en el que nosotros nos quedamos fuera; porque por las ironías de la vida, tú también. Gracias por devolvernos a ese equipo que no trabaja en individualidades, sino en una colectividad la cual se ha formado en los dos años de tu gestión en el equipo. Sí, habían varios que pedían tu cabeza luego del 4-3 en el Nacional por perder ante Chile, pero, ¿Quiénes son ellos? ¿Los mismos que ahora te loan?

También debemos agradecer por este pase al mundial logrado a los chicos, esos 23 Guerreros (Y más si contamos los convocados durante esta campaña) que con todas las adversidades que ocurrieron en el camino estuvieron adelante. Esos que defendieron los recuerdos del "verano del 69" en la Bombonera con todo el estadio en contra, esos que lograron romper con la mala racha tanto en Asunción como en la altura de Quito, en un partido en el que logramos bordear por primera vez en años un cupo mundialista; pero sobre todo, allí apareció aquel "mensaje subliminal" 2018 con la celebración de Flores y Carrillo. Sí, estos chicos celebraron como si no hubiera un mañana la clasificación, y está bien. Ellos lograron incluso levantar al hincha más desganado del país. Este hincha volvió a llorar (y no de tristeza); volvió a creer en la selección a tal punto de salir con su camiseta hasta el lugar menos soñado (y políticamente incorrecta), volvió a juntar personas frente a un televisor. Lograron también eliminar las diferencias y problemas (al menos por un momento); pero sobre todo, lograron levantar a un estadio que tembló (literal) con los goles de un equipo que volvió a soñar, y volver a decir luego de 35 años, como la canción de Sardou: "Je vole (sur) l'atlantique" para ir a jugar a Rusia, a ese torneo del cual nunca nos debimos ir. Pero sobre todo, todos los peruanos estamos desde aquel miércoles 15 de noviembre en un sueño, un sueño del que no queremos despertar.